miércoles, 1 de febrero de 2017

Cultura y literatura popular

La cultura literaria es sustantiva como vía para la propagación de diversos campos de la cultura en la comunidad al considerarse fundamento de reflexión ante los distintos temas, géneros, autores, y manifestaciones que abarcan la literatura, elemento básico dentro del pensamiento martiano.
Cultura y literatura popular
La especificidad de la cultura popular, y en particular de uno de sus instrumentos de representación simbólica, como lo es la literatura popular, constituyó una preocupación reiterada de diferentes corrientes teóricas desde el romanticismo hasta la posmodernidad.
Los debates se llevaron a cabo en estrecha relación con el nacimiento y desarrollo de los estados modernos y la competencia normativa del Estado Nación en la regulación de los procesos culturales.
En el seno de estas discusiones, también se reflexionó sobre las categorías de folklore, cultura tradicional, cultura de masas, industria cultural y sobre el concepto de pueblo, desde variadas perspectivas que incluyeron las polaridades de oralidad y escritura, ámbitos rural y urbano, educación institucional y no institucional.
A lo largo del siglo XX los interrogantes sobre la cultura popular se convirtieron en espacios matizados de tensión teórica. Cabe mencionar el análisis relativista de las conexiones entre pueblo y literatura que plantean Grignon y Passeron (1991), los recorridos de historiadores como Peter Burke (1991), Carlo Ginsburg (1994) y Roger Chartier (1994, 1998, 1999) que retrotraen la interrogación sobre el tema a la génesis de la Europa moderna, los postulados de la filosofía política, desde Antonio Gramsci (1974), quien esboza la reflexión en términos de dominación, reescribiendo la dicotomía entre alta cultura y baja cultura con las categorías de clase dominante y clases subalternas, hasta los trazos de la polémica entre los representantes de la Escuela de Frankfurt, especialmente Theodor Adorno (1984) y Walter Benjamin (1980).
Finalmente, en una lista que no pretende ser exhaustiva, se añaden los análisis de antropólogos como Clifford Geertz (1991), su definición de cultura desde una postura integradora, Néstor García Canclini (2001), a partir de su concepto de teatralidad; semiólogos como Humberto Eco (1990), con su caracterización de los grupos de apocalípticos o integrados en correlación con las posibilidades de recepción de la cultura de masas, o Mijail Bajtin (1987) con su visión de la parodia y el carnaval.
Con respecto al contenido ideológico de la cultura popular, se puede apreciar que algunos de estos enfoques adoptaron posiciones claramente divergentes. Por un lado, se le atribuyó a la cultura popular propiedades altamente conservadoras, en tanto objeto de manipulación preciado de las ideologías populistas y producto de recepción pasiva entre sus destinatarios, quienes se limitarían a mimetizar las prácticas de la cultura dominante. Por otro, se la consideró el germen de conductas contestatarias que cuestionan los mandatos del poder hegemónico.
No es la intención de estas páginas dirimir una polémica de vasta trayectoria en la que diferentes disciplinas intentaron resolver la complejidad del problema, sino simplemente señalar que la mirada hacia los productos literarios de esta cultura siempre implica un anclaje en una discusión teórica aún vigente y, “en definitiva, la culta y excluyente etiqueta de ‘popular’ y su reticente acompañamiento de calificativos como semipopular, popularizado, popularizante, etc.” (Botrel, 1999: 49), corresponde en muchos casos a un reduccionismo académico.
Quienes formamos parte de la cultura académica, institucional, letrada, podemos acceder a la cultura popular a través de documentaciones que reúnen objetos disímiles, los cuales dan cuenta de procesos de apropiación de prácticas canónicas y de tensiones interactivas entre los circuitos denominados simplificadamente letrado y popular.
Una copiosa literatura popular impresa que irrumpió en el área rioplatense a fines del siglo XIX se convierte en materia incandescente para reavivar los dilemas teóricos enunciados en los párrafos anteriores, como un fenómeno de dimensiones espectaculares que signará el desarrollo de la literatura argentina de la primera mitad del siglo XX.
El vendaval de novedades que intervinieron en la conformación de la cultura argentina moderna ejerció influencia sobre esa literatura: en ella se plasmaron los nuevos procesos de producción industrial de los artefactos culturales, los nuevos formatos, las nuevas modalidades de circulación y los nuevos tipos de recepción y apropiación.1
El éxito de esta abundante y heterogénea literatura que circulaba con fluidez por el cambiante escenario rioplatense fue consecuencia del acceso progresivo de un conjunto variopinto de sujetos a la lectoescritura. Mediante la experiencia de lectura, nativos, hijos de extranjeros y extranjeros de diversas nacionalidades reclutados en las ciudades de mayor densidad inauguraban un contacto directo con diferentes géneros literarios, registros de escritura, narrativas y personajes.
Toda esa materia polimorfa llegaba a las manos de los nuevos lectores a través de hojas sueltas y cuadernillos que se adquirían en los sitios habituales de venta de periódicos (plazas, mercados, kioscos, tabaquerías), en las proximidades de los accesos a circos y teatros, y en el interior mismo de eventos políticos y fiestas populares, entre otros lugares. En ocasiones, su comercialización incluía la venta de objetos como abanicos para las damas y tirantes y bastones para los caballeros, que reproducían imágenes o textos de una obra.2
Los nuevos productos impresos reflejaban e interactuaban con los cambios demográficos y las tensiones sociales, los conflictos entre nativos y extranjeros, urbanos y rurales, compadritos y provincianos.
Este circuito alterno de literatura, compartido con expresiones teatrales y canciones populares, tematizaban las huelgas obreras, los problemas de vivienda, los oficios, las conductas sociales de tipos como el gringo, el anarquista, el compadre, el malevo y, muy especialmente, una galería de personajes femeninos que iban desde la madre abnegada hasta la prostituta, a la par que testimoniaban desde su eclecticismo la movilidad de la vida en las ciudades.
La literatura popular en prosa y verso recogió la complejidad de la situación político- social y cultural, denunciando la injusticia, la sordidez y la delincuencia,3 a través de modalidades lingüísticas también innovadoras, tales como el lunfardo, el cocoliche, o de la apropiación de giros del habla gauchesca y modismos regionales.
Un vasto sector sociocultural suburbano y semirural de asalariados, obreros, artesanos, versificadores y cantores produjo en el campo de la literatura, el teatro y la música, manifestaciones artísticas en principio marginadas que adquirieron fuerza y consistencia desde la realidad (Rey de Guido y Guido, 1989).
Las formas poéticas populares se desarrollaron paralelamente a la poesía ilustrada, la gauchesca, la modernista y el lirismo social, a través de manifestaciones que aportaron a la literatura «un espesor» (Rama, 1984) dinamizante e intermitente de la evolución literaria lineal y progresiva en la medida en que posibilitó la convivencia de secuencias literarias diferentes.
En los folletos populares adquiere especial importancia la lectura no tipográfica a través de narrativas iconográficas que acompañan la letra escrita y los carteles que pueden ser señalados como antecesores de las historietas.4
Por su parte, la lectura tipográfica se convierte en fragmentada, discontinua, y también en fingimiento de lectura de personas analfabetas, quienes transforman el significante incomprendido en múltiples significados virtuales que satisfacen los deseos del receptor.
La lectura tiene como objetivo primero la memorización, que permite devolver los textos al circuito de la oralidad, ya sea como recitaciones o como letras de canciones en las cuales las categorías de autor y propiedad intelectual pasan a un segundo plano.
Tal como ilustra el corpus editado en este libro, los códigos lingüístico y musical están entrelazados en esta vocalización de textos procedentes de distintos contextos.
El carácter desechable de esta literatura se encuentra en su misma esencia, ya que fue escrita para consumo inmediato a través de la memorización y no para ser resguardada en los estantes de un archivo o biblioteca. Su fragilidad determina que se haya conservado sólo en colecciones reunidas por curiosidad literaria y antropológica, y que aún hoy la memoteca de los consumidores sea la principal fuente de indagación.5
La literatura popular, que mereció un espacio de reflexión teórica nodal en el siglo XX, cautivó al científico alemán residente en la ciudad de La Plata, Robert Lehmann- Nitsche. De la fascinación del filólogo y de nuestra aproximación crítica al tema damos cuenta en estas páginas.
En el marco de la discusión esbozada, abordamos uno de los más significativos testimonios que nos legó su tarea colectora: el manuscrito Folklore Argentino. Texte argentinischer gesänge, phonographiert von Dr. Robert Lehmann- Nitsche. La Plata 1905 (en adelante, Folklore argentino 1905), texto que resulta de estimable interés para definir las características y funciones de la literatura popular en la Argentina de entre siglos.
Nuestro análisis del manuscrito requiere hacerse eco del conjunto de la perspectiva teórico-metodológica del polígrafo alemán, para lo cual se vuelven indispensables las referencias a otras investigaciones y fondos documentales del autor, tales como las grabaciones de músicas criolla y aborigen, su Santos Vega, las múltiples monografías que dedicó al estudio de la literatura y la cultura rioplatense, la Biblioteca criolla que coleccionó entre 1880 y 1925, conservada en la actualidad en el Instituto Ibero-Americano de Berlín, y los Textos eróticos del Río de la Plata, publicados con el pseudónimo de Víctor Borde en Liepzig en 1923.
Notas
1.- El término “vendaval” y algunos de los conceptos que siguen retoman lo desarrollado en la introducción de Chicote y Dalmaroni (2007).
2.- Al referirse a uno de los formatos comerciales de esta literatura, el pliego suelto, Diego Catalán señala que: El pliego suelto es el resultado del descubrimiento, por parte de impresores y libreros, de que el verdadero negocio de las prensas no estaba (como creyó Gutenberg) en la reproducción de grandes códices para un público internacional minoritario, sino en la difusión de un ámbito lingüístico nacional de un sinfín de textos baratos.
Los ciegos vendedores de pliegos sueltos constituyen el último paso en el esfuerzo de ampliar más y más las fronteras del mercado de la letra impresa en un esfuerzo por vendérsela incluso a los no alfabetizados. (1997: I, 311-312)
3.- Esta actitud contestataria se fue modificando a medida que las masas resolvían sus problemas de integración, de vivienda y de estabilidad laboral. En los años posteriores tendieron a constituirse como un conjunto cada vez más homogéneo, conformista y reformista, producto especialmente de la escolarización que la volvió permeable a los discursos del Estado.
Se constituyó una sociedad abierta y móvil disgregada en una multitud de individualidades que pugnaban por su destino individual, en la cual Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero (1995) ven los orígenes del éxito de la doctrina peronista.
4.- Botrel (1999) señala que este recurso está muy relacionado con la realización espectacular de la literatura, cercana a la teatralización y más tarde al cine.
5.- Véase al respecto el reciente artículo de Botrel (2006).
Contratapa publicitaria de folleto, "Biblioteca criolla", Instituto Ibero-Americano de Berlín