martes, 7 de febrero de 2017

Pueblos Originarios

Selknam, Ona.
Área Cultural: Tierra del Fuego, Patagonia (América del Sur)
Lengua: Selknam
Cultura Extinta
Junto a los haush, formaban el componente insular del Complejo Tehuelche.
Ocupaban casi toda la superficie de Tierra del Fuego, a excepción de la Península Mitre en el sudeste, territorio de los haush; y el extremo sur hábitat de los yámana.
Excavaciones hechas por los arqueólogos demuestran que la Isla Grande fue habitada por pueblos cazadores hace unos nueve mil años. Pero no se sabe cuándo llegaron los selknam. Según sus tradiciones llegaron a pie a la Isla Grande tras la caza de guanacos, cuando aún estaba unida al continente; lo hicieron posteriormente a los haush, a quienes acorralaron en el sudeste.
En un ambiente ecológico similar al de la Patagonia, compartían con esas culturas una misma forma de vida, sustentada por la caza del guanaco y secundariamente patos, cisnes, y recolección de raíces y frutas silvestres. Nómadas por excelencia, marcaban sus huellas de trashumancia de acuerdo a la disponibilidad de recursos alimenticios en los distintos lugares, determinando una ocupación reiterada en todos aquellos que les ofrecían mayor abundancia y variedad de alimentos.
A pesar de su geografía, no eran navegantes ni tenían forma alguna de embarcación. Asentados en un territorio aislado, mantenían escasas relaciones con otras culturas, entre ellas con los yámanas y alakaluf, visibles a través de los ritos de iniciación y ciertas manifestaciones de organización comunitaria.
Su primer contacto directo con europeos fue en 1580, cuando el español Pedro Sarmiento de Gamboa llega a la costa occidental de la isla, a un lugar que luego denominaría bahía Gente Grande, haciendo alusión a la talla de los lugareños.
Entre fines del siglo XVIII y las tres primeras décadas del XIX, una serie de expediciones científicas visitaron la zona, como la de Charles Darwin, quien llegó en 1832, a bordo del Beagle, buque comandado por el capitán Robert Fitz Roy.
La familia era el núcleo social, conformada bajo el principio patrilineal y patrilocal. Con un fuerte concepto de territorialidad, cada uno de estos grupos familiares vivía dentro de un territorio o haruwen, cuyos límites geográficos estaban claramente preestablecidos, y debían ser respetados por los vecinos para asegurar una buena convivencia.
Se identificaban por linajes y divisiones (puntos cardinales). Cada individuo pertenecía al "cielo" que le correspondía a su haruwen. Si por alguna razón cambiaba de residencia, inmediatamente pasaba a pertenecer a nuevo cielo.
Los "cielos" constituían unidades exogámicas, vale decir que el matrimonio quedaba prohibido entre dos personas que pertenecieran al mismo "cielo"; eran generalmente monogámicos aunque se practicaba el levirato, el sororato y en situaciones de supervivencia grupal la poligamia.
De carácter igualitario, esta sociedad no reconocía estructuras jerárquicas y se regía por la reciprocidad, trueque y acceso común de cada grupo familiar a las fuentes de alimentación, materias primas, vestido y habitación. Sin embargo había tres grupos de mayor prestigio:
Chamanes ("Xo'on"): Eran respetados por los contactos que podían establecer con los "cielos", fuente de poder; y temidos, pues se los creía capaces de provocar una enfermedad mortal a cualquier persona por quien se sintiesen agraviados.
Sabios ("Lailuka"): Depositarios de las tradiciones mitológicas, sin poder sobrenatural, profetas.
Guerreros ("K'mal"): Respetados por su experiencia cuando llegaban a edad madura, eran los que más se aproximaban a un líder, y había uno en cada familia extendida.
Su nomadismo imponía el uso de viviendas de estructuras sencillas, definidas por las características naturales de los territorios ocupados, y eran de dos tipos, uno de forma cónica ("kauwi") de unos cuatro metros de ancho, construida sobre una estructura de ramas cubierta de pieles cosidas, característica de la zona boscosa del sur y la “tienda” o paravientos, hecha de palos trabajados y un cobertor de pieles de guanaco, o lobo marino, que una vez instalados, formaban tres cuartos de un círculo, propio de la zona esteparia al norte de la isla. Esta última tenía un carácter más provisorio, y podía ser fácilmente llevada de un campamento a otro en sus desplazamientos.
Utilizaban el arco y la flecha. El corte de la carne y faenamiento de los animales se efectuaba con cuchillo y raederas de piedra.
La vestimenta
La realizaban con pieles y cueros de animales, especialmente guanacos. Consistía en un manto o capa con el pelo hacia afuera, las mujeres la ataban con tiras sobre el pecho y los hombres se la ajustaban al cuerpo ciñéndola bajo el brazo derecho, asegurándola con la mano. Mujeres y niños usaban un taparrabo, se calzaban con mocasines de cuero.
Gustaban de adornarse con collares, brazaletes y pulseras, confeccionados con huesos de aves, conchillas y trenzas de tendón de guanaco, los hombres llevaban uno triangular de cuero sobre la frente, atado alrededor de la cabeza (Kóchil).
Ambos sexos se pintaban con los colores rojo, negro, blanco y amarillo en dibujos sencillos. A la derecha, boceto de Gusinde de las pinturas faciales de un novio selknam.
Perro Fueguino
El misionero salesiano Antonio Coiazzi en su trabajo "Los Indios del Archipiélago Fueguino", relata respecto a los animales domésticos: "Hay uno solo, que por decirlo así, forma parte de la familia; el perro, llamado por ellos tisne. Los onas tienen muchos perros y les guardan un afecto grandísimo. Nuestros misioneros vieron a menudo a mujeres indígenas dando de mamar a perritos cuya madre había muerto; más aún, vieron a indios hacerse tajos en las piernas por la muerte de un perro, como por la muerte de uno de sus deudos. Por lo demás, razones tienen para quererlos, pues les sirven de guardianes del toldo, y para varias clases de caza y además, durante la no che. Hacen el oficio de abrigo, poniéndoselos sobre el cuerpo mientras duermen."
En la imagen un ejemplar taxidermizado del tipo de perro que convivió y 
 se extinguió junto con la raza selknam.

Fuentes bibliográficas
Fin de un Mundo. Anne Chapman
Los indios de Tierra del Fuego. Martín Gusinde