LITERATURA
—Hoy te encenderé —dijo el fósforo.
La vela, asustada, respondió:
—¡No! Si me enciendes, me consumiré. Mis días estarán
contados…
El fósforo se quedó en silencio por un momento, y luego
preguntó:
—¿Prefieres vivir toda tu vida así? ¿Dura, fría… y sin haber
brillado nunca?
—Pero encenderme duele… y me desgasta —murmuró la vela.
—Sí, duele. Y sí, te consumirá… —dijo el fósforo—. Pero
fuimos creados para eso. Yo nací para encender, y tú naciste para dar luz.
—Mi llama es breve, pequeña… pero si te la paso, habré
cumplido mi propósito.
La vela lo miró, conmovida… y justo cuando la llama del
fósforo estaba por apagarse, le dijo:
—Por favor… ¡enciéndeme!
Y así nació una llama brillante. Hermosa. Una llama que
iluminó el lugar… porque la vela entendió que su verdadero valor no era
permanecer intacta, sino brillar.
A veces, ser luz duele. Pero también transforma.
A veces, dar lo mejor de ti significa entregarte, aunque eso
consuma parte de tu alma.
Porque fuimos hechos para iluminar. Para tocar otras vidas.
Para hacer del mundo un lugar menos oscuro.
Recuerda:
"Mar calmo no hace buenos marineros.
Y corazones intactos, rara vez dan calor."
Brilla. Y al que le moleste… que se tape los ojos.
Fuente
Consultada