LITERATURA
Timón de piedra.
Que endurece el entrecejo.
Obligas a detener el barco en las tormentas.
Hartas de paciencia
las velas comienzan
el llanto estremecedor,
al no flamear.
Quedan como cuerpos
mojados, tiritando en medio
de la tempestad.
Temporal mismo,
que estalla vidrios de dolor.
Paralizando los latidos
de esos corazones
enamorados...
sin brújulas
ni timones de carne
que perduren en la eternidad.
Patricia Suñer