jueves, 16 de noviembre de 2017

Actualidad: La historia continua

El  poder corporativo de la Argentina, apoyado indisimulablemente por el poder imperial que, con cada vez más dificultades y competidores, sigue predominando en el mundo y en la región, ha obtenido una victoria histórica en las últimas elecciones llevadas a cabo en nuestro país, que confirma el giro a la derecha que esos poderes han venido consiguiendo no solo en estos parajes, sino también en casi todo el orbe.
Lo más significativo de ello es que ese giro, a todas luces perjudicial para las clases populares, como ya se está evidenciando crudamente en nuestro país, ha sido conseguido, en gran medida, con sus propios votos, lo que nos obliga a una profunda reflexión que lleva, más allá de la política y de la economía, a internarse en los territorios más primitivos de la naturaleza humana.
Se puede, sin duda, sostener que no es necesario ir tan lejos, ni darles tantas vueltas al asunto y que la explicación es mucho más sencilla y que está a la vista de todos: Los otros “eran todos chorros” y había que echarlos como fuese. Sin embargo, ese razonamiento primario choca contra otros dos datos de la realidad que igualmente nos obligan a seguir indagando más.
Si esa fuera la razón, como es posible que aún subsista una considerable cantidad de conciudadanos dispuestos a seguir apoyando a los que “se robaron todo”?,  y por otro lado, como creyó una cantidad  todavía mayor  de electores que aquellos que habrían de reemplazarlos garantizaban más honestidad y transparencia en la función pública, cuando el escandaloso conflicto de intereses en que se encuentran inmersos la mayoría de los funcionarios de la alianza gobernante, fue público y notorio desde el inicio mismo de sus respectivas gestiones?
Aquí viene, entonces, la más explicación más habitual entre los que deben justificar su derrota en las elecciones y que tiene que ver con el tremendo poder de los medios hegemónicos de comunicación y su notoria parcialidad a la hora de instalar la “realidad” y la “verdad” en la opinión pública. El uso de las comillas en palabras que deberían ser virtualmente sagradas en una democracia, porque sin ellas ésta resulta engañosa y ambigua, ya que, tergiversando sus contenidos también se degrada y corrompe la subjetividad de los ciudadanos y consecuentemente el resultado de las elecciones en que ellos deben participar, me eximen de explicar que adhiero absolutamente a la crítica más severa que pueda formularse a esos medios, cuya nefasta influencia en la opinión pública solo puede ser defendida interesadamente por sus beneficiados, aliados y súbditos.
Sin embargo, pese a lo dicho, tengo para mí que nadie lee, escucha o compra lo que no quiere, sino que uno abreva donde sabe que va a encontrar lo que quiere leer, escuchar o comprar. Si no fuera así, como se explica la popularidad de periodistas e intelectuales que imprimieron giros escandalosos en sus posiciones y discursos públicos y que pasaron a trabajar, sin el menor tapujo, al servicio de los que antes consideraban sus  acérrimos enemigos, sin que, al parecer, ello haya afectado un ápice su credibilidad, acrecentando, por el contrario, la cantidad de sus seguidores?
Nadie duda tampoco que el poder económico influye enormemente en el moldeo de la opinión pública, principalmente mediante el sabotaje constante a todas aquellos gobiernos cuyas medidas socaven mínimamente ese poder, con la sana intención de beneficiar a las clases más desposeídas de la sociedad, chantaje permanente que finalmente desanima y obliga a rendirse a los partidarios de esos gobiernos, que como todos los seres humanos ansían un poco de paz y de seguridad en sus existencias y que llegan así a la conclusión de que no tiene caso oponerse al poder y que lo mejor es someterse a él.
Para no entrar en nuestra historia más próxima y no contaminar el análisis con las características personales de los líderes populistas más recientes y con la incidencia que la corrupción de la que se acusa a sus gobiernos puede haber tenido en las últimas elecciones, me limito a recordar la silbatina que sufriera el “Padre de la Democracia” en su discurso en la Sociedad Rural y el golpe económico que lo desalojara del gobierno, así como la salvaje reacción que produjera el intento de aplicar la famosa resolución Nº125, época en la cual aparecieron miles de pequeñísimos estancieros cuyas únicas tierras eran las contenidas en las macetas de sus modestos balcones.
Y ya que estamos hablando de radicales de verdad, recordemos que al Dr. Illia, al que nadie podía tildar de corrupto, por lo menos en lo personal, aún cuando en lo político se lo puede criticar duramente por haber participado de elecciones con el peronismo proscripto, la muy famosa revista “Tía Vicenta” lo presentaba como un viejo gaga dándole de comer a las palomas en la plaza, entre otras cosas no enunciadas, porque impulsaba una ley que perjudicaba a la corporación de los laboratorios, lo que terminó precediendo el no menos famoso golpe militar liderado por el General Onganía.
Cualquiera que  hoy analice los números del gobierno del Dr. Illia puede descartar la imagen de ineptitud que pretendió endilgársele, pero lo cierto es que ello sirvió para eyectarlo intempestivamente del gobierno, lo que demuestra que al poder corporativo poco le importa la corrupción de los gobiernos democráticos, corrupción que por otra parte se encarga de provocar, sino que lo que no tolera son los políticos que se atreven a rozar mínimamente sus intereses, legítimos o no.
También puede explicarse el resultado de las últimas elecciones y por ende, de la situación actual, no tanto en los eventuales méritos de los ganadores, sino en el rechazo y hasta el odio que algunos candidatos, como la ex presidenta, innegablemente provocan en grandes sectores de la clase media, incluidos muchos de los que, paradójicamente, resultaron beneficiados por sus medidas y que ya están siendo perjudicados notoriamente por las actuales políticas neoliberales.
Al respecto, pienso que este es uno de los puntos que debe analizarse más profundamente no sólo porque confluyen en él muchos de los factores que ya hemos señalado hasta aquí “bastaría remitirse, para ejemplificarlo, a la salvaje campaña mediática de que fuera objeto la Dra. Fernández de Kirchner desde el principio de su gestión y al permanente chantaje a que la sometiera el poder corporativo” sino porque  se vincula directamente, como decíamos al principio, a los territorios más primitivos de la naturaleza humana.
En efecto, si un sujeto totalmente desapasionado y neutral analizara la gestión, no sólo de su gobierno, sino también de los otros gobiernos nacionales y populares latinoamericanos que coexistieron con el suyo, no podría de ninguna forma considerarlos menos exitosos que cualquiera de los otros gobiernos que se sucedieron desde que la democracia retornara a la región, aún incluyendo en el análisis los gobiernos neoliberales que fracasaron antes del período de los gobiernos “populistas” y los actualmente ejercen el poder.
Basta para ello comparar la forma en que terminaron los gobiernos radicales del Dr. Alfonsín y del Dr. De la Rua y el neoliberal del Dr. Menen, con la forma en que lo hicieron sendos gobiernos kirchneristas.
Si introducimos el tema de la corrupción en dicho análisis, no puede dejarse de lado en el mismo la notoria complicidad de los medios hegemónicos con el poder económico e importantes sectores del Poder Judicial que exhiben un llamativo doble estándar para juzgar la corrupción de funcionarios de los gobiernos “populistas” con la de los neoliberales, que es mucho más descarada y sistemática que la otra y que no parece generar ni el mismo escándalo mediático ni la misma persecución judicial que la otra.
Por otro lado, si acordamos que el poder económico y corporativo no tolera gobiernos que le disputen su hegemonía, sólo cabe preguntarse qué sucede con los sectores medios y aún parte de los bajos, que claramente han votado contra sus propios intereses y que aún hoy se emperran en no reconocer su catastrófico error y siguen perseverando en él y conservando una ciega esperanza, contra toda evidencia.
Y hemos llegado aquí al punto en que cabe preguntarse por las razones más profundas que han llevado a grandes sectores medios, a dejar de lado una racional  oposición al poder corporativo, para someterse voluntariamente a él y contribuir así, a su mayor concentración, en su consecuente perjuicio. No me toca a mí, sin embargo, responder un interrogante que excede mis modestos conocimientos sociológicos, pero me atrevería a sostener,  en lo que respecta a nuestro país, que no se le ha perdonado a una mujer ser la “mejor del grado”, no disimularlo en absoluto e irritar así a los demás infantes, los que no han podido tolerar la mezcla de admiración, envidia y rencor que les produce esa exhibición impúdica y mucho más cuando esa misma mujer no ha tenido mejor idea que empoderar a los de abajo. Porque esa es, en definitiva la verdadera cuestión, como lo demuestran los indisimulados esfuerzos que realiza la nueva administración para volverlos a su lugar.
Mucho ha contribuido también al actual estado de cosas que la televisión haya reemplazado a las aulas, que El Pueblo se haya convertido en La Gente, que el marketing haya suplantado a la filosofía política y que el juego sucio se haya impuesto como herramienta política desde los cacerolazos en la oposición hasta el ejército de trolls  en el poder. Porque hay que decirlo, hay, aquí y en el mundo, un insólito regodeo en muchas figuras públicas, de distintas áreas y actividades, en exhibir un grado de cinismo, grosería y egoísmo que linda con una franca deshumanización, que deja de sorprendernos  apenas advertimos que hoy es sólo el dinero el que rige el mundo.
Francamente, el panorama no es muy alentador, pero la Historia continúa y para bien o para mal, estamos seguimos inmersos en ella y debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad.
Por Francisco J. Martínez Pería
Fuente: Diario NCO (16-11-2017) https://diarionco.net/blog/2017/11/16/la-historia-continua/